En el primer tomo de esta saga fantástica (o en el primer
episodio de su versión televisiva) tenemos al jefe de la familia Stark (Eddard)
encabezando una partida para buscar a un desertor de la Guardia de la Noche. Un
explorador que ha huido de su deber juramentado en la guarda del Muro en la frontera
norte de los Siete Reinos. Cuando
encuentran al fugitivo se topan con un individuo aterrorizado, enloquecido,
totalmente fuera de sí. No para de hablar de un gran peligro que viene del
Norte, de monstruos, fantasmas... pero nadie (empezando por el propio Eddard
Stark) se cree nada y aplican lo que la ley dicta en caso deserción; la muerte.
Y el desertor es ejecutado. Era tan horrible lo que este desertor afirmaba
haber visto que incluso alguien tan sensato, firme y justo como el jefe de los
Stark, no es capaz de creérselo y sencillamente continúan como si nada hubiese
pasado. Según avanza el relato, vemos como poco a poco el desastre se cierne
sobre los Siete Reinos (empezando por el propio Eddard Stark a quien decapitan
sin compasión).
Esto nos puede servir como símil; ¿cuántas veces hemos
tenido que comunicar una mala noticia a nuestro
responsable o a nuestro equipo de trabajo?. Ser el mensajero de las
malas noticias no es plato de buen gusto, pero que esas malas noticias
signifiquen un contratiempo importante en un proyecto o sacar a la luz una
falla del sistema, del plan de trabajo o peor aún; admitir que no se tiene una
solución para un problema que debes resolver... ¿somos capaces de transmitir
esas malas noticias? y más importante aún ¿somos capaces de oírlas, admitirlas,
gestionarlas y enfrentarlas para solucionarlo?. Cuántos responsables de equipo,
departamento, divisiones, han pronunciado esta frase; "no me cuentes los
problemas de que tienes; dame soluciones". Es decir; te exijo resultados,
no quiero escuchar malas noticias (que es lo mismo que decir no quiero saber
las dificultades o problemas que haya en mi departamento), solo escucho buenas
noticias y los resultados conseguidos... y si no los consigues pues aplicamos
la ley; decapitación laboral y seguimos como si nada (y el problema seguirá sin
resolverse, claro).
¿Es más fácil decapitar al mensajero o solucionar el
problema?
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